El Rincón de la Ciencia, Tecnología y el Conocimiento

“Ahora para encontrar trabajo hace falta un máster. ¿Qué será lo próximo? ¿El Nobel? Entrevista al educador Ken Robinson

Publicado por El Rincón de la Ciencia, Tecnología y el Conocimiento en Jueves, 21 de julio de 2016

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FRASES DE CIENCIA

domingo, 19 de agosto de 2012

Estimulación Magnética Transcraneal

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Los circuitos neuronales que conforman nuestro cerebro se modifican constantemente, dependiendo de las experiencias vitales que experimentamos. Como consecuencia de esta plasticidad, los científicos buscan formas de promover o inducir dichos cambios mediante diversas técnicas, con el objetivo de modificar ciertos comportamientos o reparar funciones dañadas.

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La estimulación magnética transcraneal es un método no invasivo de estimulación del cerebro que emplea corrientes eléctricas inducidas. De este modo, se estimula o inhibe la actividad en las partes del cerebro sobre las que se ha incidido, alterando el funcionamiento de los circuitos neuronales. El efecto inicial es la inducción de contracciones musculares. Es un método alternativo al convencional, de estimulación eléctrica, que permite la estimulación de zonas más profundas de la corteza cerebral sin producir dolor.

La EMT se basa en el principio de inducción electromagnética de Faraday ya que se inducen corrientes mediante un campo magnético variable en el tiempo. El primer ejemplo de un efecto fisiológico debido a un la variación del campo magnético fue descrito por D’Arsonval en 1886, quien observó que los sujetos describían la aparición de destellos de luz y estados de vértigo cuando colocaban la cabeza en el interior de una bobina eléctrica.

Estimulación Magnética Transcraneal en la Rehabilitación del Ictus


Cuando se produce una interrupción del flujo sanguíneo al cerebro, las células nerviosas del área del cerebro afectada no reciben oxígeno, por lo que no pueden funcionar y mueren transcurridos unos minutos. Como consecuencia, se produce una pérdida de funciones cerebrales que origina una discapacidad de origen neurológico, que depende del área cerebral afectada.

Dada la plasticidad del cerebro, las técnicas aplicadas a la mitigación del ictus cerebral (apoplejía) intentan originar nuevos circuitos neuronales que permitan realizar las funciones cerebrales mediante la estimulación de nuevas regiones del cerebro. El método convencional para recuperar las funciones perdidas es mediante la repetición de las actividades de la vida diaria, lo que suele ser lento y muy limitado.

La EMT repetitiva produce una variación del nivel de excitabilidad cortical más allá de la aplicación de la estimulación en sí misma. Si se induce la reducción de la actividad de la parte sana mediante la consistencia de las conexiones sinápticas, se originan nuevas redes neuronales en la parte afectada. Esto favorece los mecanismos de recuperación motora.

La EMT también se está empleando en el tratamiento de la afasia (pérdida de la capacidad de producir o comprender el lenguaje debido a lesiones en las áreas cerebrales especializadas en estas tareas) y la disfagia ( dificultad o molestia al tragar) de pacientes con ictus.

Estimulación Magnética Transcraneal en el Tratamiento de la Depresión

Aproximadamente, el 40% de las personas diagnosticadas con depresión presentan la denominada Depresión Resistente a Fármacos (DRF). La EMTr también puede ser útil y segura como tratamiento coadyuvante de la depresión en ciertos casos. La aplicación de EMTr en las regiones prefrontales izquierda y derecha ha producido, respectivamente, estados transitorios de tristeza y alegría. 

También se aplica en enfermedades mentales como la manía, el trastorno obsesivo compulsivo, el trastorno por estrés postraumático, la adicción y la esquizofrenia, por su efecto terapéutico al reducir parte de los síntomas.

Referencias: 

“Estimulación magnética transcraneal “.J.M.ª Tormos, M.ªD. Catalá, A. Pascual-Leone.

“Estimulación magnética transcraneal en la rehabilitación del ictus”. M. Bayón.
“Aplicaciones de la EMT en psiquiatría” A. Jiménez, J. González, A. Graff

Redes - Manipular el cerebro
Redes - Manipular el cerebro 1

En este programa Eduardo Punset conversa con Álvaro Pascual-Leone, neurólogo del Harvard Medical School, sobre el funcionamiento de la estimulación magnética transcraneal.



En este vídeo vemos una demostración directa de cómo funciona esta estimulación magnética, pues Eduardo Punset se ofrece voluntario para la prueba. Él resalta el miedo que pasa durante la misma, a mí sigue quedándome esta sensación también cuando pienso en ello.


Los expertos afirman que se trata de una técnica "no invasiva" porque no requiere de cirugía, pero aún así, la idea de estimular el cerebro directamente mediante descargas electromagnéticas impresiona bastante. Como ya decía en mi anterior entrada, supongo que el miedo pueda ser debido al desconocimiento sobre esta técnica, quisiera pensar que las descargas son suaves y no podrán actuar dañando el cerebro en lugar de ayudarlo a funcionar mejor...


Existe una gran esperanza, como es lógico, en este nuevo método para la curación de muchos síndromes como el déficit de atención con hiperactividad o el autismo.


Yo sigo opinando que deberían dedicarse más tiempo y recursos a la investigación de medios naturales de estimulación cerebral a través de estímulos sensoriales y el movimiento, que aunque se trate de medios más costosos en tiempo y esfuerzo, parecen mucho más inocuos en cuanto a posibles riesgos en su práctica.

Con el tiempo sabremos de los verdaderos resultados de esta nueva técnica de estimulación magnética transcraneal. Esperemos que se convierta en la revolucionaria técnica que, en el futuro, acabará con las enfermedades mentales, los problemas de conducta y con los límites de nuestra inteligencia tal como explica este programa.

Qué es la ciencia

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El hombre necesita conocer el mundo para poder dominarlo y poder orientarse dentro de él. Si estuviera dominado por las dudas y los problemas, se sentiría paralizado y nada podría hacer. Por eso necesita un sistema de creencias seguras gracias a las cuales pueda sentir confianza.


En 1877 el filósofo americano Charles S. Peirce publicaba un pequeño ensayo titulado ‘La fijación de la creencia’. En él exponía los cuatro métodos que suelen emplear los hombres para asegurarse en sus creencias:



1.El método de la tenacidad. Se acepta una opinión y luego se defiende desesperadamente contra cualquier opinión contraria. No se quiere saber nada acerca de los que piensan distinto. Se hace como el avestruz: se esconde la cabeza en la arena y se siente uno feliz. “


La repugnancia instintiva hacia un estado de ánimo indeciso -dice Peirce-, exagerada hasta un vago terror a la duda, hace que los hombres se apeguen espasmódicamente a las opiniones que ya han aceptado.”

2..El método de la autoridad. Aquí la “tenacidad” se hace colectiva. “Supongamos que actúe la voluntad del Estado en lugar de la del individuo, que se cree una institución cuyo objeto sea ofrecer las doctrinas correctas a la atención del pueblo, reiterarlas perpetuamente y enseñarlas a la juventud, teniendo al mismo tiempo el poder de impedir que las doctrinas contrarias sean enseñadas, defendidas o expresadas.”

3.El método de las preferencias naturales. Se acepta como verdadero aquello que resulta “agradable a la razón”, aquello que está dentro de nuestras inclinaciones intelectuales. Según Peirce, muchos filósofos siguieron este método.

4.El método de la ciencia. Su hipótesis fundamental, formulada en lenguaje familiar, es ésta: “Hay cosas reales, cuyos caracteres son enteramente independientes de nuestras opiniones acerca de ellos…, y podemos averiguar mediante el razonamiento cómo son las cosas real y verdaderamente”.

Claro está, con los tres primeros métodos, el hombre puede llegar a sentirse seguro y hasta feliz (mientras dure el engaño). Pero, desde luego, no conocerá la realidad, sino que será esclavo de sus opiniones.


Etimológicamente, la palabra ciencia proviene del latín ‘scire’, que significa saber, es decir que la definición básica de ciencia es conocimiento, o más concretamente, conocimiento humano.

La ciencia avanza solamente a través de la investigación científica, pues ella ha permitido al ser humano hacer una reconstrucción conceptual de la realidad, que es cada vez más amplia, profunda y exacta.

El ser humano domina y moldea la naturaleza, sometiéndola a sus propias necesidades; reconstruye la sociedad y es, a su vez, reconstruido por ella; trata luego de remoldear este ambiente artificial para adaptarlo a sus propias necesidades materiales y espirituales, así como a sus ideales: crea así el mundo de los artefactos y el mundo de la cultura.

La ciencia es una actividad eminentemente social: en cuanto se aplica al mejoramiento de nuestro medio natural y artificial, a la invención y manufactura de bienes materiales y culturales, la ciencia se convierte en tecnología.

Entre las principales características de la ciencia estarían las siguientes: es fáctica (parte de los hechos, los respeta, hasta cierto punto y siempre vuelve a ellos), trasciende a los hechos (descarta hechos, produce nuevos hechos y los explica), es analítica (aborda problemas circunscriptos, uno a uno, y trata de descomponerlos, de entender sus componentes; intenta descubrir los elementos que componen cada totalidad, y las interconexiones que explican su integración), es especializada (trata problemas específicos, ya sea de las ciencias naturales, sociales o formales.

Estos géneros difieren en cuanto al asunto, a las técnicas y al grado de desarrollo, no así en lo que respecta al objetivo, método y alcance), es clara y precisa (sus problemas son distintos, sus resultados son claros), es comunicable (expresa información a quien haya sido adiestrado para entenderla), es verificable (debe superar el examen de la experiencia.

Para realizar esto se pueden utilizar diferentes técnicas: la experimentación, observación, etc. Esto depende del tipo de objeto, de las hipótesis en cuestión y de los medios disponibles), es metódica (no es errática, sino planeada. Los investigadores no prueban en la oscuridad: saben lo que buscan y cómo encontrarlo), es sistemática (una ciencia no es un agregado de información inconexa, sino un sistema de ideas conectadas lógicamente entre sí), es general (ubica los hechos singulares en pautas generales, los enunciados particulares en esquemas amplios), es legal (busca leyes de la naturaleza y de la cultura y las aplica.

En la medida en que la ciencia es legal, es esencialista: intenta llegar a la raíz de las cosas), es explicativa (intenta explicar los hechos en términos de leyes, y las leyes en términos de principios.

Procura responder al por qué ocurren los hechos, cómo ocurren y por qué no ocurren de otra manera), es predictiva (trasciende la masa de los hechos de la experiencia, imaginando cómo puede haber sido el pasado y cómo podrá ser el futuro), es abierta (las nociones acerca de nuestro medio natural o social, o acerca del yo, no son finales, están todas en movimiento, todas son falibles. Siempre es concebible que pueda surgir una nueva situación en que nuestras ideas, por firmemente establecidas que parezcan, resulten inadecuadas en algún sentido), es útil (porque busca a la verdad. La ciencia es eficaz en la provisión de herramientas para el bien y el mal.

La sociedad moderna paga la investigación porque ha aprendido que rinde. Es cosa de los técnicos emplear el conocimiento científico con fines prácticos, y los científicos pueden, a lo sumo, aconsejar acerca del cómo puede hacerse uso racional, eficaz y bueno de la ciencia). En síntesis, la ciencia es valiosa como herramienta para dominar la naturaleza y remodelar la sociedad. Es valiosa en sí misma, como clave para la inteligencia del mundo y del yo. Y es eficaz, en el enriquecimiento de la disciplina y la liberación de nuestra mente.

La ciencia ha demostrado ser la herramienta principal y más fiable de la especie humana para la adquisición de conocimiento cierto. Desde el inicio de la revolución científica a mediados del siglo XVI, ningún otro modelo filosófico ha logrado hacerle sombra. Su poder es evidente: permite descubrir y comprender el universo que nos rodea, otorga la posibilidad de desarrollar tecnologías avanzadas, pone en nuestras manos la capacidad de alcanzar conclusiones objetivas. En cada instante de su evolución, la ciencia ha ofrecido a la humanidad lo más parecido a la verdad que era posible conseguir en ese momento.

La ciencia ha tenido también el poder de traernos inmensos beneficios que nos arrastraron desde la pobreza, la ignorancia y la superstición de la Edad Media hasta las sociedades contemporáneas y los confines del universo conocido. Antes de su llegada, todos los humanos vivíamos en una versión extrema de lo que hoy en día denominamos Tercer Mundo. Gracias a la ciencia, la esperanza de vida para la generalidad de nuestra especie ha aumentado de 30 a 70 años: más de una vida extra para cada ser humano. Uno de cada tres niños moría antes de alcanzar los cinco años de edad; ahora sobreviven 19 de cada 20 y, en los países más desarrollados, 99 de cada 100. Todo lo que nos rodea es resultado en mayor o menor medida de la Revolución Científica.

Todo esto es obra de la ciencia, junto a muchísimas otras cosas. Incluso en el plano de las ideas, resultaría muy complicado imaginar los modernos conceptos de libertad, derechos y democracia si nadie hubiera puesto en tela de juicio el orden tradicional y las supercherías antiguas a través de formas de pensamiento crítico cuya historia discurre trenzada inseparablemente a la historia del pensamiento científico.

La ciencia ha transformado nuestro mundo moderno de manera profunda y espectacular. Ha sacudido tanto cada aspecto de la vida, que es imposible escapar a su alcance, para bien o para mal. Si hemos de hacer caso a Peirce, la ciencia pretende liberar al hombre de sus opiniones subjetivas y mal fundadas, y hacerle conocer la realidad (por supuesto, la ciencia presupone que existe una realidad fuera de nosotros, que “la realidad” no es producto de la mente humana). ¿Cómo lo consigue? Digámoslo brevemente: toda ciencia pretende -en mayor o menor medida- explicar, comprender y predecir.

Pero, ¿por qué la ciencia es tan poderosa? ¿Es verdaderamente posible que haya una vía para conocer la Verdad?

La ciencia, como el arte, es una forma de conocimiento sistemático, pero hay diferencias cruciales entre las dos. En el arte, la sistematización del conocimiento se basa en preferencias individuales, criterios para belleza o, si se prefiere, estética y emociones. Los grandes artistas y creadores de logros intelectuales van más allá de las primeras impresiones buscando comunicar mensajes ocultos, imaginados y enteramente ficticios, invisibles a los ojos de la gente ordinaria.

Solamente una persona equipada con suficiente experiencia puede dar sentido a una auténtica obra de arte. Solamente aquellos que pueden reconocer un estilo específico, con sus formas, simbolismo, sitios de producción y periodo de tiempo pueden capturar lo que significa. Las obras de la mente son subjetivas. Están ligadas a sus autores y dependen de ellos.

En ciencia, la sistematización es algo distinto. Si el arte es una cuestión de gusto, la ciencia produce una descripción veraz de la naturaleza. Aquí, sistematizar significa profundizar, pesar, medir, cronometrar, discutir, razonar y construir lógicamente, rehusar el subjetivismo, poner a un lado las preferencias propias y mantenerse a uno mismo fuera de la imagen.

El conocimiento científico busca comprender la naturaleza y el universo en que vivimos a través de elementos conocidos, concretos y objetivos. Este tipo de conocimiento tiene sus reglas. Los científicos hacen pronunciamientos basados en argumentos razonados.

El acercamiento científico perfecto es la demostración. Una demostración es un argumento claro y completo. En ciencia, una demostración puede ser también algo práctico como un experimento de laboratorio, que demuestra un fenómeno, establece causa y efecto. Una demostración muestra resultados con certeza y hace posible la generalización, que conduce a predicciones.

Tal es el caso de la ciencia moderna, comparada con las ciencias antiguas que, con su proximidad a la religión, usaba la autoridad para ganar argumentos y que cuestionaba sobre todo el “por qué” de las cosas.

La ciencia moderna empieza con la duda sistemática o lo que el sociólogo estadounidense Robert K. Merton llama “escepticismo organizado”. La ciencia moderna surgió en el siglo XVII -durante el periodo de la Ilustración– y se basa en los hechos observables. La ciencia coteja hechos contra la realidad mediante experimentos. Es por esto que la ciencia necesita laboratorios y herramientas para estudiarlo todo, desde la partícula más minúscula hasta el universo entero. La ciencia establece rigurosos métodos con instrumentos confiables para acumular evidencia con la cual puede demostrar o refutar una hipótesis.
La ciencia evalúa sus propios métodos y reexamina sus propias pruebas. Idealmente, la ciencia experimental es independiente de la persona que hace la observación o realiza el experimento. 

Es objetiva e impersonal, y acorde con la realidad observada y otro conocimiento confirmado. La ciencia da resultados claros, lógicos, exentos de ambigüedad. Su validez puede ser verificada o refutada usando argumento y razón. Los resultados científicos tienen que sobrevivir a pruebas duras y escrupulosas.

Esto es racionalidad científica. La ciencia moderna deduce la verdad a partir de los hechos, verificados por experimentación metódica. Los experimentos dicen cuánto miden las cosas y fenómenos, cuánto pesan, cuánto duran, en qué dirección van, etc. Los experimentos ofrecen datos matemáticos. Mientras que la ciencia antigua trataba de explicar el “por qué” de las cosas, la ciencia moderna aspira a contestar el “cómo” de las cosas. Pero, ¿cómo funciona la ciencia?


Esencialmente, la ciencia moderna establece el conocimiento a través de los pasos siguientes: Observación. Experimentos. Explicación. Generalización y predicción.

a)Observación rigurosa. Observar significa recorrer los pasos siguientes:
-Observar cuidadosamente los hechos.
-Echar a un lado las opiniones personales propias.
-Abandonar las especulaciones y el conocimiento previo.
-Abandonar las creencias, prejuicios, expectativas y pasiones.
-Abandonar las declaraciones de autoridad.
-Hacerse a uno mismo preguntas lógicas.
-Proponer hipótesis.

b)Cuidadosa revisión experimental de hechos. La revisión de hechos se hace a través de experimentos, con los métodos y herramientas apropiados. El objetivo es confirmar la precisión de las observaciones y hechos y demostrar relaciones entre ellos. La revisión experimental de hechos requiere que:
-Las observaciones puedan repetirse en situaciones diferentes, por personas diferentes.
-Los resultados sean considerados victorias sobre la ignorancia, sin rendirse a la autoridad.
-Se demuestren relaciones inequívocas entre causa y efecto.
-Los resultados den una confirmación clara y no ambigua de la verdad.
-Los resultados provean una validación veraz libre de ilusiones.

c)Explicación cuidadosa. Cuando los científicos explican, tienen que:
-Discutir todas las observaciones contradictorias previas.
-Demostrar relación entre las observaciones nuevas y las anteriores.
-Explicar por qué cierta causa tiene cierto efecto.
-Asegurarse de que no haya fallas en el argumento.

d)Generalizar y predecir lógicamente. Cuando cierto número de hechos verificados se han descubierto, un científico puede proceder a la generalización o inducción, por usar la terminología académica:
-Generalizar las observaciones.
-Aceptar que los hechos demostrados describen la realidad.
-Formular leyes y teorías válidas para situaciones similares.
-Predecir la evolución y estado futuro, así como la forma y la relación de los hechos.

El siglo XX vio el triunfo de la ciencia -culminando con la huella del hombre en la Luna– tanto como su capacidad para permitir a la humanidad autodestruirse.  

Durante la primera parte de ese siglo, el movimiento eugenésico buscó mejorar a los seres humanos a través de cría selectiva, justificando la esterilización de personas mentalmente incapacitadas.

Durante la II Guerra Mundial, bombas atómicas cayeron sobre Hiroshima y Nagasaki, en Japón.


Hoy, el poder de la informática e Internet amenaza la vida privada, mientras estamos al borde de convertir en inhabitable a nuestro planeta. Sí, la ciencia tiene también un lado oscuro y preocupante. Esta capacidad ambivalente de la ciencia para simultáneamente hacer la vida más fácil al tiempo que aumenta nuestros medios para ponerle fin, demanda examinar esta cosa llamada ciencia, “saludo con el diablo” o “fuente de conocimiento”.

Los filósofos han tratado de acorralar la auténtica naturaleza de la ciencia. A finales del siglo XX, antagónicos puntos de vista sobre la ciencia llevaron a las llamadas “guerras de la ciencia”. Afortunadamente, las víctimas fueron tan solo unos cuantos académicos, cuya credibilidad y prestigio se deterioraron. Para exponerlo de una manera simple, las guerras enfrentaron sobre todo a investigadores de ciencias naturales contra un grupo de sociólogos, historiadores, filósofos y feministas que hablaban por la izquierda y describían a la ciencia como una herramienta de represión, capitalismo brutal y machismo bélico. Sin estar interesados en unirse a estos científicos, sino más bien a exponer los excesos y usos nefastos de la ciencia, estos “intelectuales” hicieron su mejor esfuerzo por derribar a la ciencia de su pedestal, donde estaba posada como un método sin rival para encontrar la verdad.

Para ellos, la ciencia no es una auténtica descripción de la realidad. La ciencia es sólo una religión más, con sus rituales, creencias, dogmas, sectas competidoras y sacerdotes. Se dieron a sí mismos la tarea de “desconstruir” el templo científico y exponer la verdadera naturaleza del conocimiento científico -reducido al estatus de conocimiento común- y de desmitificar las auténticas prácticas de los científicos.

La reacción contra la ciencia se explica desde una concepción que considera a la ciencia el único modo de ponernos en contacto con la realidad y la única fuente de normas de conducta y acción. Pero eso, la ciencia no pretende serlo.

Adolfo Domínguez | Profesor

Fuente: Revista caos

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